Viaje a la costa oeste (ii): Oregon

Hola a todos!
Con mucho más retraso de lo previsto (lo cual según algunos es buena señal) seguimos con el balance nuestras aventurillas por la costa oeste. Nos habíamos quedado, si no recuerdo mal, en la isla de Vancouver. Pues bien, al día siguiente nos metimos en las furgos y hala, a meter kilómetros. Primero desde Cowichan lake hasta Victoria, la capital de la isla de Vancouver. Allí tuvimos que esperar unas buenas 2 horas en la cola hasta que los polícias fronterizos repasaron los pasaportes de todos los no canadienses del grupo, y una vez hecho esto (por cierto, en contra de lo que se suele decir fueron extremadamente amables) nos montamos en el ferry que nos iba a llevar hasta Port Angeles, en el estado de Washington, ya en Estados Unidos. El viaje dura aproximadamente una hora, y permite ver durante todo el trayecto la imponente silueta de los montes del Olympic National Park, en Washington. Además, una señora nos había dado el chivatazo de que podían verse ballenas u orcas, pero nada, no se dejaron ver.
Llegados a Port Angeles, y después de que un policia de aduana revisara concienzudamente las ¡3 manzanas! que llevábamos en el coche, seguimos haciendo kilómetros y más kilómetros por la autopista 101 y después por la 5, dejando atrás Seattle, Longview, Portland, Corvallis… Finalmente, a eso de las 23 horas y después de más de 15 horas de viaje, llegamos a nuestro destino: la estación experimental HJ Andrews (HJA), en Blue River, Oregón.
 
La estación HJA, regentada por el USDA y la Oregon State University, se ha hecho famosa en el sector forestal norteamericano por la numerosa cantidad de estudios que se están llevando a cabo allí. Se trata de una cuenca hidrológica en la que desde hace más de 30 años se han desarrollado estudios sobre fauna, ecología, selvicultura, hidrología… La estación forma parte de la excelente Long Term Ecological Research Network, promovida por el USDA.
Al día siguiente nos acompañó Tom Spies, profesor de Ecología Forestal de la Oregón State University, quien ha trabajado extensamente sobre la ecología de los “old-growth forest“. En primer lugar visitamos una cuenca en la que se estaba estudiando el efecto de los tratamientos selvícolas sobre el transporte de sedimentos, para a continuación acompañarnos al interior de algunos de los mejores ejemplos de los míticos bosques de abeto Douglas (Pseudotsuga menziesii) de Oregón, donde nos estuvo explicando la ecología de estos bosques.

 

Antes que nada, como en la isla de Vancouver, “cinc cèntims” sobre la evolución del sector forestal de la zona: [Comienzo de la chapa] Es un terreno y un clima altamente productivos y propicios para los bosques, así que se haga lo que se haga, el bosque acaba volviendo. Esto ha hecho que prevalezca la falsa idea de que no importa la manera de gestionar el bosque, puesto que éste es una mala hierba que acaba por volver a crecer. Y como consecuencia, las cortas a hecho han sido, y en terreno privado siguen siendo, el único tratamiento aplicado. Sin embargo, es evidente que el bosque que regenera después de una corta a hecho de 30-40 ha, nunca será igual que aquel bosque primigenio que se ha cortado, será a la fuerza más pobre. Y como desde hace unos años se han dado cuenta de esto, están tratando de compaginar la obtención de rentas con la protección de las funciones ecológicas de los bosques, y en ello andan. [Fin de la chapa]

En este contexto, pudimos ver algunas parcelas experimentales donde ensayan la regeneración por bosquetes de diferentes tamaños, hasta aproximadamente 1 ha. Como ya he dicho, lo que les interesa no es saber si regenera o no, ya que la respuesta será siempre afirmativa, sino cómo cambia el bosque en cuanto a estructura, composición, biodiversidad, valor ecológico, etc. en función del tratamiento aplicado. La idea que subyace tras la nueva gestión es el tratar de imitar las perturbaciones naturales, que pueden ser de diverso tipo y tamaño. En esa línea, también pudimos ver, de nuevo junto con Tom Spies, zonas donde están aplicando quemas prescritas tratando de imitar al régimen natural de incendios.
 
Y al día siguiente, junto a Klaus Puetmann, de la Oregon State University, estuvimos visitando una corta a hecho. Pero una de verdad, de las que se han hecho aquí toda la vida. Más de 40 ha de corta a hecho, donde el único condicionante es dejar intactos 10 metros a cada lado de los cursos de agua, y dejar en pie unos cuantos pies por hectárea. Pero incluso esto último se incumple. La ley habla de pies/ha, pero no dice donde se deben dejar. Por tanto, la práctica común es dejarlos todos juntos en un extremo de la parcela, y cortar a hecho todo lo demás.
 
Y con esto damos por terminado el capitulo de Oregón, donde como conclusión destacaría que aquí el bosque se sigue viendo como algo eterno, que hagas lo que hagas regenera sólo y bien, y que por lo tanto es absurdo calentarse la cabeza con otro tipo de condicionantes. Si cortas a hecho, te resultará más fácil, obtendrás más beneficio, y el bosque regenerará igualmente, con lo que: ¿porqué preocuparse? Evidentemente, no todo el mundo piensa así, pero por lo que pudimos ver, es una idea aún muy arraigada en la zona.
CONTINUARÁ

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