
Tengo la suerte de tener unos suegros que viven en Altea, precioso pueblo de la costa Blanca de Alicante. Con sus casitas blancas, su casco viejo empedrado, la bahía entre el peñon de Ifach y la Serra Gelada… siempre es un placer venir de visita. Pero a pesar de todo lo bueno que tiene este pueblo, no todo en Altea es digno de elogio, y llevo tiempo queriendo escribir sobre unos de los mayores horrores que se pueden ver en este pueblo: su carril bici.
En líneas generales, la cantidad y calidad de carriles bici en España deja mucho que desear, pero hay que reconocer que en los últimos años cada vez más Ayuntamientos se han decidido a instalarlos en sus calles, sea por verdadera conciencia ecológica, sea por moda. Lo que pasa es que hay de todo, y algunos han hecho un detallado estudio viario, buscando el mejor trazado, el que menor conflicto genere con peatones y coches, etc. y otros, cuando lo que quieren es cumplir el expediente, han hecho verdaderas chapuzas. Pero os prometo que no he visto nada como lo de Altea. Las imágenes hablan por sí solas, así que aquí os dejo el museo de los horrores de los carriles bici.
Para empezar, el trazado en sí mismo. Las imágenes de arriba son el principio y final de un tramo de carril que transcurre por la acera, pegado al bordillo, y por el que no caben dos bicicletas ni de casualidad, por mucho que las señales digan que es de doble sentido. Si dos bicis llegan a cruzarse, sólo hay dos opciones: o invades la acera, con el consiguiente riesgo de atropellar a un viandante, o te echas a la carretera, con caída casi segura gracias al desnivel del bordillo. Además, fijaos la manera de empezar y acabar el tramo: a lo bruto, tan pronto empieza como acaba, y lo peor es que el principio y final de este tramo están apenas a 100 metros uno del otro. Un tramo sin sentido, desconectado del resto, y peligrosísimo.

Pero para peligro el del tramo que os muestro en la imagen de abajo, sacada de GoogleMaps, y donde convergen en una pseudorrotonda la calzada, el carril bici, y un paso de peatones. Las bicis se ven obligadas a invadir el paso de cebra, y a su vez los coches les llegan a ambos desde la izquierda. ¿Quién cede el paso a quién? Una fuente de conflictos e impactos segura.
También es especialmente creativa la manera que tienen de “incorporar” el mobiliario urbano al carril. ¿Que hay un bolardo? Pues se pinta de blanco y rojo y listos, que lo esquiven. ¿Que hay que salvar un desnivel? Pues lo hacemos por la rampa de minusválidos, que ya está construida. No me quiero ni imaginar el día que coincidan una bici y una silla de ruedas…
También es de traca la zona del puerto, donde unas cuentas palmeras se situaban en el trazado previsto para el carril. Y no me negaréis que la solución adoptada no es al menos original…

Pero siendo grave todo lo visto hasta aquí, lo peor, lo que clamaba al cielo, fue el trazado escogido para hacer pasar el carril bici por el paseo marítimo, hoy por suerte ya corregido. Y es que no se les ocurrió nada mejor que meterlo por mitad de la acera, entre los locales, las tiendas de recuerdos, y las terrazas de bares y restaurantes. Lógicamente, estaba en medio de todo, por lo que no era raro ver imágenes como esta:

Y una vez más, haciendo gala de sentido del humor para salvar el mobiliario urbano…

Lógicamente, los camareros tenían que cruzar el carril bici para llevar las consumiciones a las mesas, por lo que no faltó quien, harto de esquivar bicis, decidiera tomar medidas. Os prometo que la siguiente foto es real, tomada por mis suegros, y corresponde a un día en que las bicis podían circular con normalidad por el carril. Ver para creer.
La aberración se ve perfectamente si uno va a Google Maps, donde a fecha de hoy, aún se ve el antiguo trazado – como decía antes, por suerte ya corregido – tapado parcialmente por las sombrillas.
Y es que cuando nos ponemos a ser chapuzas, a los españoles no nos gana nadie. Lo malo de este tipo de despropósitos es que luego sirven de excusa para los que defienden que no tiene sentido invertir en estas cosas, porque la gente no las usa…
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